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ELIXIR DE LA TIERRA: LA EXPERIENCIA DON MELCHOR

Por Melanie Beard

Bajo el radiante sol chileno, el día comenzó como un susurro de promesas. Mi destino, la histórica Casona de Viñas Concha y Toro, me esperaba, fiel a su estilo del siglo XIX, tan majestuosa como un eco de tiempos pasados. Pero en este rincón del mundo, donde la historia se fusiona con la naturaleza, lo que realmente me aguardaba era una experiencia que no solo hablaba del vino, sino también del alma misma de la tierra.

La primera imagen que se grabó en mi memoria fue la copa, con su elixir rubí que reflejaba los miles de colores del terroir. Un juego de luces y sombras danzando sobre el vidrio, donde cada destello parecía narrar una historia, un susurro del suelo de Puente Alto, de las montañas que lo rodean y de la mano del hombre que con pasión lo ha cultivado. Así, al contemplar el vino, entendí que no era solo una bebida, sino un poema líquido.

Este es Don Melchor, el Cabernet Sauvignon más célebre de Chile, reconocido mundialmente por su singularidad y excelencia. La «Don Melchor Winemaking Experience» es un viaje sensorial donde cada paso es una invitación a descubrir los secretos del viñedo, a sumergirse en su corazón y entender, en cada sorbo, el legado que ha transformado a este vino en un ícono.

El gran maestro de ceremonias de este viaje fue Enrique Tirado, el enólogo cuya carismática presencia es tan profunda como su conocimiento. Guiado por él, me adentré en los misterios de las parcelas de Don Melchor, donde cada cepa parece tener algo que decir. Enrique, con su mirada fija y su sonrisa de seductor sabio, nos invitó a recorrer los distintos terroirs, a descubrir las diferencias sutiles entre ellos, a entender cómo el suelo, el clima y la pasión se entrelazan en cada gota de vino.

La magia de la experiencia fue que no solo era testigo del proceso, sino que, de alguna manera, me convertí en parte de él. Junto a Enrique, seleccionamos uvas de distintas parcelas, buscando esa mezcla perfecta, esa alquimia que llevaría al vino a alcanzar su máxima expresión. El proceso no era solo técnico, sino emocional: al mezclar los aromas, sabores y sensaciones, se tejía una conexión íntima con la tierra que nos rodeaba, una relación que va más allá del simple hecho de elaborar un vino.

Al final de la jornada, mi creación se encontraba frente a mí, un reflejo de mi interpretación personal del terroir de Puente Alto. Pero lo que realmente tocó mi alma fue la comparación con Don Melchor. Enrique, con su profundidad de conocimiento, nos mostró las proporciones y los matices que hacen de este vino una joya de la viticultura mundial, y al compararlo con nuestra propia mezcla, pude sentir en mis labios el alma de esa tierra, la misma que se encapsula en cada botella de Don Melchor.

La historia de este vino comienza en 1987, cuando Don Melchor fue concebido como el primer vino ícono de Chile, un Cabernet Sauvignon que no solo se destacaría en su país, sino que se ganaría un lugar en los corazones y paladares del mundo. Enrique Tirado, junto con el asesor francés Jacques Boissenot y ahora su hijo Eric, ha llevado a Don Melchor a una excelencia constante, cultivando no solo la cepa, sino también el alma de un vino que habla del pasado, pero también del futuro.

Al concluir mi recorrido, el día se despidió con una comida de degustación, un banquete para los sentidos en la misma Casona que, con su historia y elegancia, me envolvió en una atmósfera única. Tres tiempos de pura creatividad gastronómica, donde cada plato fue diseñado para resaltar la calidad y la belleza de los vinos chilenos, una celebración perfecta de la gastronomía y el vino.

Así, con el corazón lleno y la copa aún brillando en mis manos, supe que la experiencia en Don Melchor no solo había sido un viaje al corazón del vino, sino también un encuentro con la esencia de un lugar, de un hombre, y de una tradición que se ha convertido en símbolo de la excelencia mundial.

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