Por primera vez en nuestra historia una mujer llegará a la presidencia, y la gran pregunta es ¿cuál será el nuevo estilo de gobernar de Claudia Sheinbaum? ¿si mantendrá la ruta del actual gobierno del presidente López Obrador; o si, una vez que se le imponga la banda presidencial, desplegará todo su poder, sus ideas y su estilo personal, rompiendo algunos comportamientos que se impusieron en el sexenio que llega a su fin.
Eso lo veremos muy pronto.
Pero en lo que se despeja esa incógnita, los analistas económicos y financieros del mundo, que ya habían previsto el triunfo de Claudia Sheinbaum, no habían dimensionado el tsunami en favor del partido en el poder, que puede llevar a este grupo político a controlar el congreso y a crear nuevas reglas del juego. Es este el factor que puso nerviosos a los mercados financieros y a la Bolsa Mexicana de Valores, que un día después de las elecciones, cerró con una caída importante de más de seis puntos, mientras el peso mexicano perdía valor.
Esa inquietud inicial ha permanecido entre los líderes de Alto Perfil, que toman decisiones como capitanes del mundo de los negocios. Y seguramente en estos meses, los mercados financieros prevalecerán inestables hasta que Claudia Sheinbaum despeje la incertidumbre, o la prolongue, con las decisiones que tome ya desde el Palacio de Gobierno.
La realidad es que, con los resultados electorales del 2 de junio, el partido Morena concentraría un enorme poder, teniendo bajo su control al poder ejecutivo, al poder legislativo y con ello, podría incluso cambiar las leyes y tomar también el control del poder judicial. Estos tres poderes estarían dominados y concentrados en una sola persona: La presidenta de México. De allí el nerviosismo, ante la falta de contrapesos que existen en las democracias y el mundo civilizado.
Después de la sacudida de los mercados, la virtual ganadora, reaccionó oportunamente cuando señaló: “Aunque muchos mexicanos no coincidan plenamente con nuestro proyecto, habremos de caminar en paz y en armonía para seguir construyendo un México justo y más próspero”.
Al menos, en principio, con estas líneas, Claudia toma distancia de la polarización que había dominado el discurso oficial. Y con ello buscó detener el nerviosismo que se suscitó, en un primer momento, en el mundo de los negocios y las finanzas, que por ahora se convierte en un contrapeso internacional ante la concentración del poder político en México.
El nuevo gabinete también contribuirá en dar certidumbre o a que se prolongue la inestabilidad, sobre todo por las reformas que siguió planteando el presidente López Obrador; que, aunque está de salida, se mantiene hablando de programas y proyectos para el futuro, con lo que busca influir con su agenda al siguiente gobierno.
Los retos son enormes, y la nueva presidenta tendrá que afrontar temas inmediatos de gran relevancia para el futuro, como son los asuntos con el vecino del norte, sobre migración, seguridad y comercio. De allí que quien encabece las áreas de Relaciones Exteriores y Economía, serán perfiles fundamentales porque en este ámbito los desafíos son crecientes, y se deben atender cuanto antes; sobre todo, si las encuestas siguen apuntando a un triunfo del Partido Republicano para que regrese a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump.
Con una mujer en la presidencia de México veremos hasta donde llegará la continuidad, y hasta cuándo. Porque silla sólo hay una y el poder no se comparte. Eso nos lo ha demostrado la historia en todas partes del mundo. Mientras tanto México está bajo el monitoreo constante de las élites que deciden donde invertir, en un planeta hiper conectado que sacude nuestras vidas, afectan nuestras comunidades y en donde se requiere seguridad jurídica, respeto al estado de derecho y estabilidad, para poder acceder al mundo de las oportunidades y la prosperidad.
Darío Mendoza
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