Llegó abril y con él los no tan esperados anuncios por parte de nuestro vecino del norte, el mundo financiero y corporativo está inmerso en una ola de incertidumbre que lo único que deja claro es que la era de la globalización ha terminado.
Hoy todos los países que comercian con EE.UU. enfrentan aranceles que van desde el 10 hasta 49%. Sectores tan relevantes como el automotriz deberán pagar 25% por importar sus vehículos, una política proteccionista que busca regresar a esta nación como centro de manufactura.
La aplicación de estos impuestos está moviendo al mundo, los líderes de las potencias asiáticas de inmediato reaccionaron y podríamos decir que esta situación está generando el reordenamiento del comercio internacional más importante de nuestro siglo, con alianzas comerciales que hasta hace unos meses veíamos imposibles de vislumbrar. Tales como la de Corea del Sur, Japón y China, frente a un nuevo régimen proteccionista a cargo de Trump, en donde no importa si el producto es ensamblado en México o Canadá, sino si sus componentes son de alguno de los países en donde hay estos aranceles recíprocos, y por lo tanto ese producto deberá pagar el arancel correspondiente. Estas políticas no solo buscan reindustrializar al país, sino capitalizar el descontento de ciertos sectores laborales, de cara al proceso electoral.
En 2023, el comercio entre México y EE.UU. superó los 800 mil millones de dólares, lo que nos posicionó como su principal socio comercial. El reto para nuestro país es mayúsculo; si bien los productos exportados bajo las reglas del TMEC están exentos, más del 50% de nuestras exportaciones no estaban registradas bajo estas reglas. México tiene una economía fuerte, mano de obra calificada y un tratado que, aunque está por revisarse, ha sido exitoso. Considero que estamos a tiempo para hacer un cambio de estrategia y aprovechar el trato de nación más favorecida que hasta hoy seguimos conservando.
El México de hoy no es el mismo que el de los 90, cuando se firmó el primer TLC, hemos capacitado a nuestros trabajadores, fortalecido el consumo interno y generado una industria competitiva para ofrecer productos de calidad. Además de fortalecer el vínculo con EE.UU., México podría explorar alianzas en Latam, Europa y Asia con la finalidad de reducir riesgos.
Cabeza fría y manos a la obra es lo que tenemos que hacer para mantener nuestra posición de primer socio comercial, y para fortalecer a la región de Norteamérica como una de las más versátiles y fuertes a nivel global.
Este puede ser un gran momento para redefinir nuestra política industrial, invertir en innovación y aprovechar nuestras ventajas, porque tenemos un talento técnico a costos muy razonables, un “just-in-time” de décadas y estabilidad macro, para seguir siendo un actor clave en la economía global. ¡Estemos atentos al reacomodo de las fuerzas geopolíticas y trabajemos por un bien común que es la fortaleza y el bienestar de nuestra nación!