En el mundo de los negocios, hay eventos que son más que simples fechas en el calendario; son disparadores económicos. El Mundial de la FIFA 2026, alojado por Estados Unidos, México y Canadá, no es solo un torneo; es la mayor inyección de capital a corto plazo que la región verá en la próxima década. La pregunta no es si habrá ganancias, sino si las 16 ciudades anfitrionas están preparadas para administrar el torrente de $11 mil millones de dólares en ingresos y más de dos millones de visitantes esperados.
La magnitud de este evento, con 48 equipos y 104 partidos (un aumento del 60% respecto a Qatar 2022), obliga a los gobiernos y las empresas a dejar de pensar en términos de fútbol y empezar a operar como una mega-corporación logística.
El Eje del Beneficio: Empleo y Turismo
Las cifras son deslumbrantes. Proyecciones serias estiman que el evento generará más de 260,000 empleos directos e indirectos en la región. Esto representa una oportunidad única para la capacitación y la activación de una fuerza laboral masiva en sectores como la seguridad, la hostelería y el retail.
El turismo es, sin duda, el motor inmediato. Los gobiernos deben comprender que el visitante de la Copa Mundial no es un turista promedio. Es un consumidor de alto valor:
«Se espera que cada turista internacional gaste en promedio entre $4,000 y $10,000 dólares en su estancia. Este nivel de gasto no solo impulsa a hoteles y restaurantes, sino que dinamiza toda la cadena de suministro local.»
Las ciudades con experiencia en grandes eventos (como Nueva York, Los Ángeles o Ciudad de México) tienen una ventaja, pero las que albergarán la final y la inauguración deben asegurarse de que su infraestructura de transporte, ya en proceso de modernización, pueda soportar el pico de demanda sin colapsar.
La Trampa de la Infraestructura y el Legado
Mientras que Estados Unidos y Canadá se enfocan en la modernización tecnológica (redes 5G y experiencias cashless), México enfrenta el desafío de integrar la necesaria renovación de estadios icónicos, como el Estadio Azteca, con mejoras en la movilidad urbana. La clave del éxito económico a largo plazo es el legado. Si la inversión en aeropuertos, carreteras y estadios no se planifica para ser utilizada eficientemente después de 2026, el gasto se convertirá en una deuda pesada en lugar de un activo.
Las autoridades de las tres naciones deben garantizar la transparencia para evitar los sobrecostos que históricamente han plagado los megaeventos.
¿Estamos Listos para la Inflación?
Aquí es donde el optimismo económico debe moderarse con la cautela. El flujo masivo de dinero tiene un lado oscuro: la inflación local.
Las ciudades sede inevitablemente verán un alza descontrolada en los costos de alojamiento. Arrendatarios de Airbnb y hoteles se frotarán las manos con tarifas que se triplicarán, pero esto pone en riesgo a los residentes permanentes y a los negocios locales que dependen de precios estables. Es crucial que los ayuntamientos implementen medidas para proteger a los ciudadanos más vulnerables y evitar que la fiebre del oro del fútbol termine desplazando a las comunidades.
El Desafío de la Administración
El Mundial 2026 no es un premio, es una responsabilidad fiscal y social.
La oportunidad es inigualable: un impacto económico total proyectado en miles de millones de dólares y la creación de cientos de miles de empleos. Sin embargo, para que este evento sea un éxito económico rotundo —un gol no solo para la FIFA, sino para el ciudadano común—, la administración debe ser impecable.
Norteamérica tiene la infraestructura y el capital. Ahora, necesita la estrategia de gestión. El verdadero marcador de éxito no será el equipo que levante la Copa, sino la capacidad de los gobiernos para transformar la euforia de un mes en un legado económico y social duradero. Si fallamos en este balance, el coste de la fiesta podría ser mayor que la recaudación
