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ALFREDO ELÍAS AYUB: EL EXDIRECTOR DE CFE QUE TRASCENDIÓ TRES SEXENIOS

El fallecimiento de Alfredo Elías Ayub no es solo la pérdida de un ingeniero ilustre, sino el fin de una escuela de gestión pública cuya esencia fue la resistencia silenciosa ante la volatilidad política. En un sistema que incentiva la rotación y la hiperactividad mediática, Elías Ayub fue el gran arquitecto de la continuidad. Su presencia por más de una década al frente de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), transitando entre tres presidencias de espectros ideológicos distintos, se convirtió en una leyenda de la estabilidad institucional.

 

La Lección de Harvard para el Sector Paraestatal

Elías Ayub no operaba con las reglas de la burocracia, sino con la lógica del management de alto nivel. Su distinción en el MBA de Harvard no fue un adorno curricular; fue la base de su estrategia. Él entendió que la CFE no era solo un organismo político, sino una corporación estratégica con exigencias de clase mundial.

En lugar de ceder a la presión por contrataciones clientelares, impuso un modelo de meritocracia técnica que blindó a los cuadros más competentes. Su gran aporte no fue solo expandir la red eléctrica, sino proteger al capital humano de la empresa, creando una capa de profesionalismo que sobrevivió a los tsunamis sexenales. Este acto, el de anteponer la competencia a la lealtad partidista, es su declaración política más subversiva.

 

La Virtud Cardinal de la Discreción

En contraste con la figura pública de su hermano, el empresario Arturo Elías Ayub que capitalizó el carisma y los medios, Alfredo cultivó la austeridad comunicativa. Su voz se escuchaba en los consejos de administración, en las negociaciones de deuda o en los informes técnicos; nunca en el fragor de la polémica o el reflector social.

Este anonimato funcional lo dotó de una ventaja estratégica: la de ser evaluado únicamente por la eficiencia operativa. El éxito de su gestión no fue que la gente lo conociera, sino que nadie notara un fallo en el suministro eléctrico. En su mundo, la ausencia de noticias era la mejor métrica de rendimiento.

La filosofía de Elías Ayub, que priorizaba el plan sobre el político, se puede condensar en esta máxima que encapsula su enfoque de servicio:

«La infraestructura de un país no se construye en sexenios, sino con visiones generacionales. Un buen plan técnico debe ser tan sólido que resista el cambio de cualquier bandera política. Esa es la verdadera responsabilidad del servidor público.»

Su legado es un recordatorio incómodo para la clase gobernante, la estabilidad de una nación no reside en la popularidad de sus líderes, sino en la solidez inquebrantable de sus cimientos técnicos. Alfredo Elías Ayub fue el custodio de esos cimientos, y su método seguirá siendo la vara de medir para quienes aspiren a dirigir las empresas de Estado con verdadera vocación técnica.

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